Memoria histórica es mucho más que eso...

jueves, 13 de diciembre de 2012

PRESENTACIÓN DEL TANGO DE LA GUARDIA VIEJA (VIGO)

Otro fiasco, en efecto. Otra prédica o declamo en el desierto. ¡Qué si no! es entonces este continuo sentirse incomprendido, esta empalagosa y urticante continua falta de interacción, de recíproca deferencia hacia nuestro ineluctable e inefable quehacer diario. De una carantoña o halago que a uno medio lo estimule, ya no que lo incentive el aspecto económico, pero sí que a uno medio le insufle el ánimo haciéndole al menos comprender que acaso aún no está todo perdido, que no anda uno loco del todo; de remate, antes bien. En fin. En uno ya de por sí prima la necesidad fisiológica, la prescripción médica facultativa de la sacra escritura como simple y mera descarga emocional, como para entender que de igual modo ha de ser saludable soltarlas al abismo pelágico y renegrecido del carrusel cibernético, que en gran medida es la herramienta esta de internet. Cómo acércarmele, por ejemplo, a Arturo, Pérez-Reverte, a quien a la sazón correspondí con mi humilde presencia en una de sus conferencias (antes bien la presentación de su nuevo libro) a decirle que, por el amor de Dios y la Virgen Santísima – con dos avalista – se dignara, mal que bien, facilitarme su @mail personal a la vez que me firma uno de los tomos de su nueva, flagrante y sensacional última obra. ¿Cómo acercármele a él, con qué excusa: Cómo decir: ¡Anda, pues yo escribo! Así, como quien dijere ahí es nada. Para luego: ¡Más de ello no vivo! Cómo, sin que seas la comidilla de esta jungla tan interesada, y sin que te den tan por cretino. ¿Cómo disuadirlo, hacerle comprender la necesidad imperiosa que uno siente, cómo no, del mismo modo, la singular llamada de una segunda experta opinión; sobre una charla amena, constructiva reponedora? Sugiriéndole, por ejemplo, la nueva perspectiva de que su excelso nombre hace gala. Pues, a colación, no es menos cierto que a “Arturo” se lo usaba en mi tierra como arma arrojadiza, asustadiza de niños quisquillosos y vivirachos. “O te portas bien, o viene Arturo y te lleva. Mira que, si no te duermes viene Arturo. ¡O te lo comes todo o viene Arturo, allá tú!” Así, tal y como bien adujera Miguel Delibes, respecto del Moñigo (El Camino) quien, según éste, a la sazón era refractario al Coco, al Hombre del Saco y al tío Camuñas ¿cómo no lo iba uno a ser, así, entonces, a grandes rasgos, inmune, invulnerable a las amonestaciones de Arturo, Pérez-Reverte. Pero a usted, faltaría más, eso se la resbala. Sobren vocablos. Usted dirá, me imagino: “a mí qué se me da que a ti se te dé o no se te dé si lo que ha de ser ha de ser y punto pelota y san se acabó”. Claro, así hasta uno. Cualquiera no. Así está “chupao.” Siendo usted, suerte la suya, sin ningún género de duda un prestigioso y suertudo novelista de renombre mundano y mundial, que hasta lo es en virtud miembro de la RAE; tanto como para saber reconocer, encomiar y valorar el anterior recurso caústico – cual, por cierto solo se da en nuestra laudable y tan laureada lengua – de construir el contexto de una frase hecha con tanto virtuosismo y sutilidad, de paso sea dicho, con al menos 27 monosílabos correlativos mondos y lirondos. ¿A usted qué más se le dará todo este rollo macabeo, toda esta jerigonza mía? Y, ¿cómo me le iba yo a acercar a usted a por un autógrafo, pero con el firme propósito de que me confiara un correo electrónico o sucedáneo? Asunto de qué; a un pelagatos como yo. Aun siendo así. Aún sintiendo por usted la admiración, la deferencia que hoy siento. Pues la envidia, ya lo dijo Quevedo: “es tan flaca y amarilla porque muerde y no come” que no conduce a nada. ¿Pero y si sí? ¿Y si en el fondo, a usted no le fuera indiferente esta pánfila reflexión mía, aunque solo sea porque – según pinta el actual panorama, como usted bien esclarece, corran tiempos en que la política está supeditada a la economía y no viceversa – y solo nos quede el consuelo, el bálsamo de la buena retórica reconstituyente. ¿Y si al cabo no le resulto indiferente? Y si, por ejemplo, a la vista de que usted “prefiere cambiar el ajedrez por Dios”, habida su completa y sofisticada propuesta intelectiva - aunque más en sentido estético que práctico, según aclaró ese día, pues es un completo pésimo jugador – admite con buenos ojos esta mi nueva perspectiva sobre los movimientos ajedrecísticos. De cómo, figúrese a don Andrés, el maestro del pueblo del mismo Camino del entrañable Miguel Delibes, le llamaban el Peón, porque, decían, tenía la cara torcida, caminaba de frente y comía de lado. ¿Y si no? Y si los dos, señor Arturo, Perez-Reverte, nos profesamos la misma empatía; o cuánto menos se la profesamos al ajedrez. Aunque allende, este probo servidor suyo de usted lo rete cuando quiera a una partidita. SALUDOS CORDIALES.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gusto, my love